La adquisición de conocimientos sin importar el medio que utilicemos, no necesariamente se puede denominar aprendizaje, mucho menos catalogarlo como educación, al menos no de primas a primeras ya que al menos tiene que cumplir algunos requisitos para considerarse aprendizaje de calidad.
Empecemos por la enseñanza, que no es más que la transmisión de conocimientos, ideas, experiencias, habilidades o hábitos. Si lo pensamos fríamente enseñar no es más que compartir pero al compartir podemos estar dando la parte mas jugosa de la manzana o quizás la parte que está podrida, eso va a depender de que manzanas hayamos recolectado en el camino de nuestro propio aprendizaje.
Si trasladamos esto a la vida, especialmente a la vida en sociedad o poniendo un poco de énfasis en los temas urbanos que me apasionan (capricho mío) podemos hablar que el aprendizaje en entornos urbanos va de la mano de la práctica pero la práctica no es tan sencilla como parece. Normalmente, en el desarrollo de teorías urbanas, padecemos de un efecto Dunning-Kruger, o lo que conocemos como sesgo cognitivo que resulta bastante complejo de desarrollar, primero veamos la gráfica para entender de que estamos hablando acá.
Somos incompetentes por naturaleza, solo que no lo sabemos hasta que nos volvemos competentes, es decir, que para llegar a ser todos unos gurús de lo que sea que queramos hacer, pasamos por un momento de arrogancia, donde creemos saberlo todo aunque no sepamos nada, mientras avanzamos nos damos cuenta que es más difícil de lo que pensábamos y muchos se quedan dentro de ese valle, éste es el momento donde la mayoría tiran la toalla, a medida que avanzamos en conocimiento, competencia y experiencia nos damos cuenta que nos estamos convirtiendo en estos eruditos que alguna vez soñamos ser.
Esto del aprendizaje es relativamente difícil, mental, anímica y emocionalmente. Vaya que es una ardua tarea de superación personal, nos toma tiempo, esfuerzo y algo de recursos poder llevarlo a cabo, este desgaste, inevitablemente nos va a llevar hacia ese valle donde nos encontramos con una caída en picada, que además de ser una derrota emocional, empieza a ser un fracaso económico, anímico y aspiracional.
"Traduciendo todo esto al tejido urbano, aprender se vuelve uno de los mayores fracasos de las ciudades, porque conlleva retos y sacrificios, especialmente económicos, y los errores a estas escalas no se curan con una palmadita en la espalda."
Todas las malas decisiones que tomamos dentro de este proceso de aprendizaje, ya sea por ignorancia, desconocimiento, por capricho o cualquier otra razón, esté o no fundamentada, conlleva que ese esfuerzo se convierta en un lastre que nos impide avanzar, enterrando todas las ilusiones de lograr esa anhelada cima.
Traduciendo todo esto al tejido urbano, aprender se vuelve uno de los mayores fracasos de las ciudades, porque conlleva retos y sacrificios, especialmente económicos, y los errores a estas escalas no se curan con una palmadita en la espalda. Muchos de ellos son tan onerosos que lograr la construcción de un territorio de ensueño se vuelve luego una labor faraónica, porque no se trata de empezar de cero, hay que empezar por reconstruir el daño del pasado.
Las decisiones que se hayan tomado anteriormente y sus consecuencias han acumulado una serie de problemas que con el pasar del tiempo solo se intensifican y es necesario resolver en el camino con el objetivo de hacer bien las cosas.
Ahora, acá es momento de plantear la pregunta más importante ¿Cómo se si estoy haciendo bien o mal las cosas? Esta pregunta se hace relevante porque de esto depende darle continuidad o no a las decisiones que se han tomado. Enterarse a tiempo de que lo que estoy haciendo es incorrecto da opción a corregir sobre la marcha, caso contrario si se toman las decisiones demasiado tarde.
La respuesta a la pregunta es lo mas simple: Evaluando. Como en todo proceso de enseñanza-aprendizaje, la evaluación no es más que conocer en donde estamos parados, saber donde estamos para decidir hacia donde vamos. Pero está claro que la importancia de una evaluación objetiva radica en obtener los resultados que necesitamos aunque éstos no sean los que queramos ver, o sea, que salga lo que deba salir sin buscar salir bien en la foto, aunque sea políticamente incorrecto, o aunque se crea que "daña la imagen" del candidato o la institución.
Evaluar nos permite dejar de caer en picada y aprender antes de seguir cometiendo errores. Lastimosamente nos hemos acostumbrado a aprender sobre lo que ya está hecho en lugar de aprender a partir del proceso natural de cuestionamiento-experimentación-aprendizaje y esto nos lleva que replicar una y otra vez los errores, amplificando los problemas y tomando las mismas decisiones para llegar a los mismos resultados y terminamos amplificando el fracaso.
La importancia de tomarnos el tiempo de evaluar radica en que podemos abrir los ojos antes de tiempo, lo que nos da esa oportunidad de solucionar nuestros problemas en lugar de hacerlos tan grandes que nos terminen consumiendo.
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