Ninotchka Matute [Guatemala]
Hace unos días me hacían esta pregunta en una entrevista en las redes sociales. La Ciudad, así con mayúscula, es un organismo vivo en permanente transformación, al igual que la sociedad que alberga o que en teoría, debería albergar, porque albergar quiere decir, proteger, refugiar, cuidar.
¿Nos sentimos cuidados en la ciudad que habitamos?
¿Nos sentimos parte de la comunidad en que vivimos? ¿Nos da orgullo?
Son muchas las respuestas que buscamos y las preguntas que planteo aquí tienen directa relación con la autoestima.
El amor propio se cultiva sobre la base de sentirse querido, valorado, cuidado por nosotros mismos y por los demás. Cuando te toca caminar por un espacio gris, sucio, abandonado, peligroso, cuando la acera, si es que existe, es apenas mayor de cincuenta centímetros, o está llena obstáculos, agujeros o escombros, cuando para trasladarte al trabajo te toca subirte a un armatroste, insalubre, desportillado contaminante y peligroso, definitivamente no te sientes querido, no te sientes parte y por supuesto no sientes orgullo alguno.
"Vivir la ciudad como un castigo, como una tortura diaria nos hace sentir ciudadanos de segunda categoría. Nos sentimos poco queridos, nos queremos poco".
Día a día respiras el humo negro de los buses, arriesgas la vida al cruzar las calles sin semáforo peatonal, los grandes y hermosos jardines están atrás de los muros y son de acceso restringido. Cuando ves que los hermosos bosques en los barrancos urbanos son talados sin concesión a la naturaleza, cuando el agua es escasa y los ríos no son más que cloacas a cielo abierto. ¿Cómo lo ves? ¿Cómo está tu autoestima?
Vivir la ciudad como un castigo, como una tortura diaria nos hace sentir ciudadanos de segunda categoría. Nos sentimos poco queridos, nos queremos poco.
Por el contrario cuando nuestro entorno es amigable, está bien diseñado, los espacios públicos son hermosos, hay arte en las calles, tienen sombra, cuando podemos movilizarnos en ciclovías, o en transporte público digno y seguro de primer nivel, o caminar en veredas anchas e iluminadas, cuando las plazas están abiertas y puedes salir a caminar, reunirte con la familia o salir a pasear a barrancos verdes y sostenibles, tu calidad de vida se eleva de manera exponencial, mente y cuerpo mejoran sus condiciones y entonces, solo entonces, te empiezas a sentir querido, resguardado y merecedor de mejores condiciones de vida.
"El caminar por donde nos sentimos más felices, habitar en espacios dignos, nos hace sentir valiosos, queridos, protegidos, merecedores del amor de los demás, merecedores de nuestro propio amor".
Muchos de nuestros problemas sociales tienen que ver con el entorno urbano en el que convivimos, la identidad y el orgullo son sentimientos de bienestar que redundan en la manera en que nos relacionamos como individuos y como comunidad.
El acceso a los servicios, el derecho a una vivienda decente y central, la posibilidad de disfrutar de una ciudad diversa, cómoda, accesible y bella, en definitiva una ciudad acogedora y diseñada para las personas es la mejor herramienta para acelerar la transformación hacia una mejor comunidad, una mejor sociedad y con ello una mejor nación.
El caminar por donde nos sentimos más felices, habitar en espacios dignos, nos hace sentir valiosos, queridos, protegidos, merecedores del amor de los demás, merecedores de nuestro propio amor.
Una mejor ciudad es una ciudad que queremos y que nos quiere, enfoquemos nuestras acciones hacia conseguir esa autoestima perdida y pronto veremos que estamos construyendo un mejor lugar para propiciar la vida.
Guatemala, octubre de 2020.
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