Ninotchka Matute [Guatemala]
¡La urbs y la civitas, mis dos grandes pasiones!
La urbs como lo construido, las calles, las plazas, las vías, las casas, los edificios, los parques. La civitas, el ciudadano, las personas, el habitante, el constructo social que nos define como cultura, podríamos de hecho agregar aquí un tercera pasión, la polis, definida como el sistema que nos organiza y regula en base al derecho como ciudadanos pertenecientes a una comunidad. La política, mi tercera pasión sí, a pesar de años de historia sobre cooptaciones y corruptelas, pero imprescindible para habitar con dignidad los espacios que creamos.
Pero la cosa es así, las ciudades en la práctica, se han convertido en espacios sin alma, hostiles para las personas, carentes de significado y lo que es peor, carentes de belleza. Disfuncionales en su esencia de urbis y mucho más en su esencia de civitas.
¡Qué organismo complejo es la ciudad!
Sin duda por eso he dedicado mi vida a tratar de entenderla, a diseñarla, a planificarla y sobre todo a soñarla, siempre en la búsqueda de esa utopía que nos mueve hacia un ideal eternamente a la vista y eternamente inalcanzable.
A lo largo de este andar por las ciudades unas más amables que otras, siempre he logrado descubrir ese rincón, esa placita o ese enorme parque que me provoca ese inconfundible estremecimiento, de emoción, de conexión con esa capacidad creadora de los seres humanos para diseñar, para construir y muchas veces autoconstruir que me devuelve el amor por la arquitectura y por las múltiples facetas que esta hermosa carrera permite descubrir, el arte, el diseño, la planificación pero también la sociología, la psicología e incluso la literatura, toda la vena humanística que también me define, está también presente en las ciudades.
En plena era de la pandemia, en el año 2020 que pasará a la historia como el año que vivimos en pausa, desacelerando el ritmo y dando paso al pensamiento, deleitándome con las fotos de la “Ciudad Vacía”, las veredas sin gente, las calles sin autos, los detalles de arquitecturas pasadas y presentes, calmas, delineadas sin interrupciones bulliciosas ni humos contaminantes y yo subrepticiamente encantada, pecadora, disfrutando de la ausencia humana en la urbe, construida por seres humanos y (en teoría) para seres humanos, la esencia misma de la arquitectura y sin embargo yo fascinada viendo la ciudad sin gente.
Pero la cosa es así, las ciudades en la práctica, se han convertido en espacios sin alma, hostiles para las personas, carentes de significado y lo que es peor, carentes de belleza. Disfuncionales en su esencia de urbis y mucho más en su esencia de civitas.
De estos devaneos y reflexiones existenciales entre la Ciudad y Yo, surge la inquietud, la necesidad de conocer otras experiencias, otras relaciones, posiblemente menos disfuncionales o probablemente mucho más, de la gente y la ciudad, de las personas y sus ciudades.
Es así como nace este espacio de colaboración en tiempos de distanciamiento físico y acercamiento social, de encuentros y reencuentros virtuales con personas que han sido parte de mi vida en tiempos y espacios remotos que hoy se hacen vigentes y otras más cercanas, que han aceptado la invitación de formar parte de HiperUrbana, un espacio de creación colectiva donde nos hemos reunido un grupo de seres humanos pensando en la forma como hemos venido construyendo nuestro hábitat.
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