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Filosofía para la sostenibilidad, para no filósofos. [Raúl Monterroso]

Actualizado: 27 may 2020

Raúl Monterroso [Guatemala]


El mundo entero vive momentos de incertidumbre, es lo que sucede cuando se cambia de época, entre otras cosas, claro que estos eventos son cíclicos y suceden cada varios siglos; por lo que, las generaciones que tenemos el privilegio de vivir estos momentos, tenemos también la oportunidad y la responsabilidad moral de asumir los retos que de esta emergencia y tragedia sanitaria surjan, sin olvidar el hambre, las guerras, el ambiente y las oportunidades de transformar los recursos en riqueza accesible para todos.

El consumo desmedido y constante es el estado al cual todos aspiran, no importa si viven en el barrio más popular y humilde o la colonia más elegante y exclusiva de la ciudad.

Plaza de la Constitución, Guatemala. Foto: N. Matute

Es importante sentar las bases teóricas de este breve artículo, es trascendental aprovechar el momento para fortalecer la condición humana, desde una perspectiva que entiende que el individuo es importante en tanto y cuanto se percibe como parte de una colectividad. Para ello es importe rescatar una disciplina que fue relegada en los últimos años: la Filosofía, esa disciplina que nos ayuda a ordenar nuestras ideas y emitir juicios objetivos sobre la realidad.

Ante una situación como la que enfrentamos conviene dedicar el tiempo pertinente para esbozar una visión de aquellos escenarios en los cuales la humanidad como protagonista vive plenamente en el mundo como la casa de todos.

A partir de la segunda mitad del siglo XX se instituyó el paradigma “el fin justifica los medios”, sin embargo, ese fin es hasta la fecha el dinero y los medios para alcanzar dicho fin han sido las guerras, la deforestación, la especulación económica. Un sistema con base en el hedonismo posmoderno que dicta que la vida hay que vivirla porque igual se va a acabar, no importa que haya gente sufriendo o se acaben los bosques. El consumo desmedido y constante es el estado al cual todos aspiran, no importa si viven en el barrio más popular y humilde o la colonia más elegante y exclusiva de la ciudad.

Esta realidad nos plantea dudas desde el campo de lo ético, lógico, epistemológico, político o estético, porque si no se cambia este modelo, la vida de la humanidad en el mundo no se podrá mantener por mucho tiempo más. Está claro que el mundo puede vivir sin humanos, es otra de las realidades que ha mostrado esta pandemia.

Parafraseando a Edgar Morin, la Filosofía puede ser ese mapa que nos muestre las islas de certezas en el océano de incertidumbres en el cual nos encontramos, una suerte de carta de navegación para llegar al destino trazado, esa utopía de Moro, que Galeano nos invita a mantener en el horizonte para, de alguna manera, avanzar en el intento de alcanzarla.

Pero como la realidad exige ser racionales, la Filosofía como carta de navegación, trabaja mejor si sabe por dónde vamos a trasegar, los mares por los que hay que trazar rutas se pueden ordenar en tres realidades: la social cultural o humanista, la físico ambiental o el lugar y las dinámicas de transformación de los recursos o economía. No se pretende caer en la ingenuidad de descalificar las dinámicas económicas, dado que son también inherentes a la condición humana, pero sí colocarlas en su justa dimensión, no como un fin, sino como un medio para alcanzar la tan ansiada calidad de vida.

 

Uno de los desafíos de la ruta social cultural es la tecnología y la paradoja de usarla como una herramienta, pero al mismo tiempo como un instrumento de control que a través de la inteligencia artificial, sigue la libre movilidad, está marcando el ritmo del trabajo aislado, y puede definitivamente convertirse en el panóptico de Foucault, control total a lo Black Mirror. No obstante, tanto la inteligencia artificial, las redes sociales como las TICs plantean un universo por explorar, depende de nosotros si lo usamos como herramienta para el desarrollo humano o nos resignamos a vivir en la Matrix, que en estos momentos el distanciamiento sea físico y no social, de ahí la importancia de la comunicación real como en los Diálogos de Platón, un intercambio de verdaderas ideas y no falacias.

Por otro lado entender la realidad ambiental, implica conocer los recursos naturales, ríos, mares, cuencas y barrancos, pues es el escenario en donde el ser humano habita, como ya se ha dicho, la manera de transformarlo posiblemente no ha sido la más inteligente, por eso es importante plantearse una serie de preguntas relacionadas con la ética o la política, dado que es importante lograr acuerdos para establecer las condiciones en cómo la sociedad organizada puede transformar los recursos naturales en oportunidades económicas que permitan alcanzar el fin máximo del ser humano, según Aristóteles, ser feliz.

Como urbanistas, arquitectos y diseñadores se puede jugar un rol protagónico ante esta situación, dado que el proceso de formación integra una serie de conocimientos que prepara a las personas para organizar el espacio; pero es importante comprender que las dinámicas sociales, ambientales y económicas inciden directamente en cómo habitamos dicho espacio, territorios o incluso el mundo. El arquitecto puede ser el gestor para no regresar a la normalidad y con creatividad visualizar esas nuevas ciudades, las cuales ya están pero deben prepararse para el futuro, con espacios para la convivencia en donde, como dice Adam Smith, viven individuos libres, pero responsables.


Raúl Monterroso



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