Ramón Monteiro [Argentina]
“Río Cuarto, Río Cuarto, cuatro ranchos y un convento y una Virgen que te cuida, Villa heroica del desierto”
“Villa Heroica”, Jorge Torres Vélez.
El 11 de noviembre de 1786, por orden del Marqués de Sobremonte se crea la Villa de la Concepción del Río Cuarto, con el objetivo de convertirse en una frontera a las invasiones de los pueblos originarios que producen daños a estancias y caminos, espoleando ganado y apresando a mujeres y niños.
Ubicada al sur de la provincia de Córdoba/Argentina, es cabeza del Departamento homónimo. Cuenta con aproximadamente 180000 habitantes lo que la constituye la segunda ciudad más importante de la provincia. Desde el año 1999 es capital provincial alterna. Por su lugar en el mapa de la República Argentina destaca por ser una ruta bioceánica de este a oeste y paso obligado para unir el norte con el sur del país.
Junto con la estructura comercial, agropecuaria, educativa, financiera, comunicacional y social, la ciudad logra un ritmo y densidad propia de una urbe en ascenso que la torna importante en el contexto del país.
La descripción previa permite pensar el lugar donde pasamos las horas de nuestras vidas. En ese sentido, una de las cuestiones relevantes lo proporcionan los modos en que nos representamos e imaginamos el espacio habitado diariamente.
Nadie conoce todos los espacios de una ciudad. Ni siquiera los dirigentes que presumen de ello. La ciudad aparece como una densa enredadera ante nuestros ojos. Algunas partes las vemos a simple vista otras están muy ocultas, inalcanzables, indescifrables.
"Somos parte de la ciudad llamada “Imperio”, por su rivalidad histórica con la ciudad de Córdoba capital".
Nos representamos e imaginamos lo que vemos, vivimos y sentimos en nuestras cotidianidades. La caminamos muchas de las veces sin prestarle demasiada atención, la vivimos, la compartimos sin muchas preguntas. Somos trashumantes de lo que conocemos escasamente.
Y aquí lo importante, porque ese modo de transitarla deja fuera de la percepción y de la representación acontecimientos, hechos, historias que hacen a nuestro ser urbano.
Así, Río Cuarto, es mucho más que eso. Su gente, sus ritmos, sus mundos paralelos. Te invade desde su constitución, desde su modernidad que se empeña en dejar afuera la historia para dar paso a un surgente arquitectónico apegado a lo que suele llamarse el “Boom Edilicio”. Un capitalismo agropecuario-financiero que se esmera en asentar cada vez más ladrillos sin respetar, por caso, fachadas antiguas que den testimonio del devenir histórico.
Somos parte de la ciudad llamada “Imperio”, por su rivalidad histórica con la ciudad de Córdoba capital. Justamente por esto, nos enredamos en una actitud colectiva muy centrípeta, capaz de hacer sentir forastero a quien recién pisa por estos lados. Aún así, la irrupción de centros educativos como la Universidad Nacional de Río Cuarto, favorece cada vez más la mirada interregional e interprovincial que alimenta de perspectivas y modos culturales a la ciudad. Nos ubica como un centro cultural de significación y a la vez receptiva de otras formas de relaciones culturales, sociales o personales.
Esto forma parte de nuestro Río Cuarto. Lejos quedaron los “cuatro ranchos y un convento” de la época de la conquista española sobre tierras de los pueblos originarios. Hoy podes observarla con el lente de una ciudad próspera, pero con fuertes contradicciones: con un centro rico, poderoso, con importante presencia económica y con desarrollo comercial. Con un desplazamiento continuo de sectores y grupos de “nuevos ricos” hacia zonas alejadas de la urbe para encerrarse en country cada vez más exclusivos y elitistas, buscando aislarse del supuesto peligro emanado en las calles de la ciudad. Insisto, “nuevos ricos”.
Por el otro lado, dos sectores que permanecen. Uno, relacionado con sectores medios asentados desde generaciones en los márgenes del macro centro, que sobreviven en la tensión de sostenerse o caer en el abismo económico, pero resguardado en la idiosincrasia local de una sociedad de consumo que diferencia y excluye a quienes no acceden a él.
Y otro, vinculado con barrios populares que oscilan entre sectores de trabajadores y sectores excluidos y vulnerados social y económicamente por las decisiones de las gestiones políticas que se profundizan desde hace mucho tiempo.
Entre los dos extremos, pocos contactos. Por no decir ninguno. Se percibe, se imagina, se siente. No tienen nada que ver. Parecen espacios pertenecientes a dos ciudades diferentes. No se conocen, no se requieren. No se interesan, salvo para asignarse tensiones que suelen aparecer por situaciones de inseguridad urbana.
Pero también nuestro Río Cuarto copia de las grandes aglomeraciones. Tiene la capacidad de crear pequeñas tribus juveniles que se apropian del espacio público. Lo ocupan, lo disfrutan, hacen sentir que la ciudad tiene una vida diferente. Son rutinas de aglomeración en lugares como plazas barriales y del centro. Lo lúdico, la charla, el mate, son testigos fundamentales de cómo los jóvenes se concentran y dan vigorosidad a la ciudad. Son el presente y el futuro. Son lo que hay y lo que vendrá. Por eso la importancia de mirar cómo se recrean las pautas e interacciones de quienes viven la ciudad de manera totalmente diferente a sus antepasados.
Pero también son resistencia a todo lo que viene del poder. La política, con su dirigencia, aparece como una cuestión lejana y de otros. No creen, no están dispuestos a ceder su libertad frente a algo que le resulta poco transparente. Parece interesarles más lo que pasa en la vida de las redes sociales como, por ejemplo, Instagram (con sus relatos, fotos y videos) que lo decidido en los intramuros del poder.
Ese es el Rio Cuarto de hoy. El que se moviliza en la esfera pública por reclamos y derechos como los de género, los derechos de la mujer, la problemática medioambiental, donde los estudiantes suelen ser el centro de atracción y movilización. Pero también se moviliza por situaciones de injusticia, cuando aparece un “perejil” que quiere ser culpado por los centros del poder. Es un revuelto permanente que va consolidando una identidad particular.
La tercera década del siglo XXI, seguramente, mostrará una nueva ciudad de Río Cuarto. Con la idiosincrasia generada por su identidad local sin dejar afuera lo que llega del mundo. Sin embargo, esa identidad se fortalecerá desde la convergencia de prácticas, con sus relaciones e interacciones, generadas por la historia que construimos los ciudadanos. Lo que vemos hoy, cambiará. Ojala sea para verla más inclusiva.
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