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CoronaCity [Ninotchka Matute]

Ninotchka Matute [Guatemala]


Mi casa ha sido siempre mi refugio, mi espacio de confort emocional, mi hábitat perfecto, de modo que salir de ella siempre me ha provocado cierta ansiedad, dejo mi reino, mi paraíso para salir a enfrentar el mundo exterior, agresivo, caótico y contaminado.

Así la vida cotidiana hasta hace dos meses y medio.


Ahora vivo en Coronacity … la ciudad ha añadido a su agresividad cotidiana, la inseguridad sanitaria.

Nunca antes en la vida fui tan consciente de la capacidad infecciosa de los demás seres humanos, mucho menos de mi propia calidad de agente infeccioso, pero ahora vivo en Coronacity.


"Cuando logras llegar a la entrada, la señorita, antes guardia de seguridad, hoy viste indumentaria de enfermería" ...

Fila en supermercado, Ciudad de Guatemala

Los espacios ya no son los de antes, la “seguridad” de tu automóvil ha pasado a segundo plano y el guardia de la entrada solo te recibe estoico con la mano en señal de pase, pase, ya no hay papelito o tarjeta de ingreso, solo pase, pase.

La calle en el estacionamiento del súper es ahora un amplío carrusel de gente que camina de metro y medio en metro y medio, demarcado con exactitud en el pavimento con cintas fluorescentes, respetando su turno con paciencia y disciplina, claro nunca falta el despistado o incrédulo o ignorante que se acerca demasiado pero pronto recibe la mirada indignada de la señora de adelante que sobre la mascarilla quirúrgica que porta le clava la más penetrante y censuradora de las miradas, entonces el despistado, incrédulo o ignorante retrocede dos pasos y regresa a su línea fluorescente. Cuando logras llegar a la entrada, la señorita, antes guardia de seguridad, hoy viste indumentaria de enfermería y te retiene antes del ingreso para tomarte la temperatura (¡por suerte los termómetros de hoy ya no son los de mercurio!) y echarte sí o sí, un chorrito de alcohol gel en las manos.

Dentro, la gente se desplaza con más libertad, pues los ingresos son contados y uno se siente ciudadano de primera categoría pues ya estás adentro y no afuera como los demás. La interacción en los pasillos es fascinante, las miradas se cruzan, no sabes si la señora te está sonriendo o está enojada, tampoco sabes si el joven aquel que te mira fijamente te está coqueteando o decididamente teme que te acerques y lo contagies.

Nos movemos en tinieblas entre los congéneres porque nadie al día de hoy ha aprendido a reír bien con los ojos y mucho menos a regañar. El terror es atroz cuando en medio del pasillo te percatas que no hay de otra, tienes que cruzarte con otro ser humano y su carrito de compras. ¡Perdimos el distanciamiento social!

Afuera el caos, porque a la gente le dicen que no salga y entonces sale, pero las indicaciones son tan equívocas que uno termina por ser parte del rebaño y caes en pánico, que si cierran la ciudad desde el viernes hasta el lunes, que si es por quince días, que la tiendita sí pero luego no.

Y en cada esquina una familia completa con las banderitas blancas que no hablan de paz si no de hambre.


"Los imagino libres, sin el humo negro de los buses, sin la neurosis de los automovilistas, solo ellos y la ciudad."

Pero después de las cinco de la tarde, en pleno toque de queda, emergen en plenitud, los reyes y señores de Coronacity, Hugo, Glovo y todo aquel motorista con salvoconducto porque son parte del delivery. Los imagino libres, sin el humo negro de los buses, sin la neurosis de los automovilistas, solo ellos y la ciudad.


Pero hay miedo en CoronaCity, porque los Hugo y los Glovo a pesar de ser los reyes de las calles en toque de queda, deben arriesgarse y salir a ganarse la vida, como muchos otros que no pueden cumplir el mandato de “quédate en casa”, porque CoronaCity es una ciudad desigual, que está en un país sin hospitales decentes, donde la gente es vulnerable siempre y ahora más, donde los pobres son muy pobres y los ricos son muy ricos.


Y mientras tanto yo, en el medio del espectro, me alejo de CoronaCity, regreso a mi refugio, con la conciencia golpeada, emocionalmente agotada, sanitizada con Lysol, con las manos lavadas con mucha espuma por 20 segundos al menos, justo a tiempo para mi siguiente Zoom.


Ninotchka Matute.

28 de mayo de 2020

En la era del Coronavirus

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