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CIUDAD SEGURA [Giovanna Maselli]

Giovanna Maselli [Guatemala]



"La ciudad de Guatemala, como muchos de los asentamientos humanos del país, ha crecido con poca o nula planificación"

La Organización de las Naciones Unidas - ONU estima que para el 2050 el 89% de la población mundial vivirá en zonas urbanas y afirma que en la actualidad 828 millones de personas viven en barrios marginales, lo que evidencia que cada día las personas buscan migrar a ciudades con mejores oportunidades aunque esto implique habitar en zonas con poco o ningún acceso al agua potable, deficiencia en servicios y saneamiento o asentarse en áreas de alto riesgo. Este crecimiento de las ciudades es motivo de preocupación a nivel mundial, por lo cual, en septiembre del 2015 fueron aprobados en la Asamblea de Naciones Unidas los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, dentro de los cuales se encuentra el objetivo número 11 que busca el desarrollo de ciudades y comunidades sostenibles, lo que conlleva que los esfuerzos de los Estados comprometidos se deben orientar a que los asentamientos humanos sean cada vez más seguros, inclusivos, resilientes y sostenibles.

La ciudad de Guatemala, como muchos de los asentamientos humanos del país, ha crecido con poca o nula planificación, establecido principalmente por el enfoque del desarrollo inmobiliario el cual, como ha sido evidente y verificable en varios ejemplos, ha ejecutado proyectos con un análisis del riesgo poco coherente con las condiciones de vulnerabilidad y la magnitud de las multiamenazas que nuestro territorio presenta.

El Cambray II Santa Catarina Pinula - Guatemala [Foto: El Territorio]

En este sentido es importante recordar que el área metropolitana de Guatemala se encuentra en una zona con alta amenaza sísmica por lo que es inminente que estamos sujetos a un fuerte evento sísmico que pondrá a prueba el crecimiento de la ciudad, sus edificaciones y la organización institucional, política y social.

Para comprender el riesgo, de una manera sencilla, se puede decir que existe la probabilidad que se produzca un evento con consecuencias negativas cuando una o varias amenazas encuentran condiciones de vulnerabilidad. Por ejemplo, el riesgo a que una edificación colapse a causa de un fuerte sismo (amenaza) será mayor o menor (riesgo/probabilidad) dependiendo del tipo y calidad del sistema constructivo o de su ubicación (vulnerabilidad) en relación a una falla geológica.

El riesgo puede traducirse en positivo a la seguridad en su amplio sentido, es decir que la persona está o se siente segura frente a situaciones o peligros externos que puedan afectar su calidad de vida. Este sentimiento es subjetivo, de allí que se hable de la “percepción del riesgo”, lo cual no es posible explicarlo de forma uniforme para todas las personas porque depende de las necesidades, oportunidades y expectativas de cada individuo, grupo social o comunidad. Es decir, la percepción del riesgo por habitar un área de ladera va a ser diferente en una familia que cuenta con recursos económicos para diseñar y construir una vivienda de acuerdo a las condiciones del terreno, con un sistema estructural adecuado; materiales y mano de obra de buena calidad; movimientos de tierra planificados y estabilizados con obra civil adecuada; mientras que la percepción del riesgo será diferente para una familia que autoconstruye su vivienda sin mayor conocimiento de las técnicas constructivas, con materiales de dudosa calidad, en un terreno donde se han auto realizado movimientos de tierra de acuerdo al criterio de cada familia y sin ninguna medida de mitigación.

En el primer caso, la percepción del riesgo es aceptable por la familia porque, en teoría, el sistema constructivo y los trabajos de urbanización “le brindan seguridad”; mientras que en el segundo caso, la necesidad de habitar cerca del lugar de trabajo, el bajo recurso económico para pagar otro tipo de vivienda, entre otros, hace aceptar el riesgo y habituarse a él, viéndolo como una oportunidad o la única, para salir adelante.


"La oportunidad que tiene nuestra ciudad para ser resiliente es a través de los espacios públicos y las áreas verdes."

En términos de una ciudad segura no se puede hablar únicamente de los riesgos que se presentan a causa de las amenazas naturales como sismos o erupciones volcánicas; es necesario también hablar de las amenazas que tienen un componente natural como las características de un suelo en ladera vinculado a la ocupación de la misma o de la crecida de un río en un área que está habitada por personas, éstas constituyen amenazas socionaturales porque está vinculada una acción de la persona con el elemento natural que presenta peligro. Y por otra parte, las amenazas antrópicas que están relacionadas a las actividades de las personas como pueden ser las acciones de violencia, la contaminación por desechos sólidos, líquidos y emisiones a la atmósfera o el peligro que representa convivir en una ciudad con los efectos de una pandemia, tema por todos ya conocido. Las amenazas representan un factor externo del riesgo y por lo tanto se tiene poco o ningún control sobre ellas.

Las amenazas encuentran condiciones de vulnerabilidad en la ciudad, sea en el territorio, en las edificaciones, en las personas, en las instituciones, en la forma en que la sociedad se organiza, es decir que hay una capacidad disminuida para anticiparse, resistir y recuperarse de los daños. La vulnerabilidad es la parte interna del riesgo y si es posible reducirla.


El Cambray II Santa Catarina Pinula - Guatemala [foto: El País-CR]

Es en este sentido en el cual existe una mejor o una deficiente manera de enfrentar el riesgo. Aquí nos referimos a la resiliencia que apunta a la capacidad de un individuo, la sociedad o un sistema complejo como la ciudad, para enfrentar, resistir, absorber, adaptarse y recuperarse de los efectos de una amenaza, de forma oportuna y eficaz.

La oportunidad que tiene nuestra ciudad para ser resiliente es a través de los espacios públicos y las áreas verdes. Estos espacios pueden y deben ofrecer la seguridad que los ciudadanos necesitamos. Seguridad en cuanto llevar a cabo actividades culturales, recreativas, deportivas o de ocio en un ambiente sano e inclusivo; en cuanto a poder ser espacios para que la comunidad se organice y se manifieste; en cuanto a ser pulmones generadores de oxígeno, captadores de lluvia que realimenten los mantos freáticos que nos proveen de agua para el consumo, que preserven la biodiversidad de flora y fauna; en cuanto a espacios que contribuyan a educar ambientalmente a los ciudadanos; o en cuanto a servir como áreas temporales de reunión o pernoctación ante un gran evento sísmico.

En conclusión, la resiliencia debe verse como un enfoque básico para el diseño de las áreas verdes y los espacios abiertos, ya sean públicos o privados, que no sólo sean inclusivos, provean seguridad y contribuyan a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos sino que también sean espacios que brinden un soporte para la recuperación de la sociedad, principalmente ante eventos sísmicos. Todas las experiencias vividas en el pasado y la crisis sanitaria actual deben servir para prepararnos mejor y ver las oportunidades que hasta ahora se han ignorado.


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